Estas fachadas coloniales son el producto de un pasatiempo al que me dedico hace unos 6 años. Un día te das cuenta que tus hijos han crecido, cada uno ya es un adulto hecho y derecho, profesional formado y ejerciendo, y no te necesitan día a día. Tienes ahora mucho tiempo libre y tienes que hacer algo para ocuparlo.
Siempre me gustaron los juegos construcción como el “Lego” o el “Meccanno”. Invertí buenas sumas de dinero comprando bolsas de piezas, accesorios y “kits” de Lego, que usamos con mis hijos para construir máquinas, casas, automóviles y todo lo que la imaginación podía concebir.
Mientras estudiaba ingeniería mecánica en la Universidad Nacional en Bogotá (1973-1975) trabaje dibujando planos de casas, edificios, centros comerciales y aeropuertos, en la oficina de mi papá, el ingeniero calculista, profesor Enrique Kerpel. Las reuniones en los estudios de los arquitectos y otros ingenieros y las seguidas visitas a los locales de construcción me crearon un gusto al tema.
Finalmente, las reiteradas visitas al conocido “eje cafetero” de Colombia, con sus soberbios paisajes, hermosos parques y en especial pintorescos poblados que guardaron o recuperaron las fachadas conocidas como “coloniales”, terminaron por conducirme a este hobby.